«Las universidades deben ser centros de memoria e imaginación»: Fabián Sanabria

El antropólogo y doctor en sociología de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París habla del papel de los centros de educación superior en el posconflicto.

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¿Por qué es importante generar una pedagogía pare el posconflicto?  
Más que una «pedagogía», explicando a los ciudadanos los alcances de los Acuerdos del proceso negociador del gobierno colombiano con la guerrilla de las Farc, en La Habana –cosa que es necesaria–, se requiere de una «cultura del posconflicto». Es decir, generar modos de sentir, pensar y actuar que contribuyan a que en Colombia gestionemos en adelante nuestros conflictos por vías distintas a las de la violencia y las armas. El ‘posconflicto’ no anula los conflictos sino que permite tratarlos de otro modo. En ese sentido, la consigna de que la guerrilla pueda «cambiar balas por votos» es una gran «apertura democrática».
Esa «cultura del posconflicto», ¿en qué se basaría?
En el derecho al ocio, a la vida buena y a la vida bella. En el placer de leer, escribir, contemplar y gozar la ficción bien fundada de «un nuevo país». La gente debe disfrutar más de la vida en Colombia. La equidad cultural es el mejor complemento de aquello que la «teología de la liberación» llamó «justicia social», y eso debe posibilitarse mediante otra clase de políticas públicas.
¿Cómo ha afectado el conflicto a las universidades en el país?
Volviéndolas intolerantes y un tanto fundamentalistas y confesionales, impidiendo justamente su misión más importante: producir conocimiento o generar códigos culturales, en un ámbito plural, para la sociedad. En la universidad, pública o privada, deben caber todas las posturas y argumentaciones, sin declararse ésta partidista o afiliada exclusivamente a una ideología. De lo contrario, la universidad se vuelve una «parroquia», en donde desgraciadamente el mundo no pasa ni se aprecia en su diversidad.
¿Qué papel jugarán las universidades en el posconflicto?
Las universidades deben ser centros de memoria e imaginación para la sociedad. Pero vale la pena recordar que toda memoria es interpretación del pasado en función del presente, para construir otro porvenir, y que no puede haber memoria sin olvido. Vale decir, las instituciones de educación superior en Colombia –si queremos realmente «un nuevo país»–, van a tener que ser más contemporáneas y no vivir de «glorias pasadas», ni estar encerradas en sus «torres», que por cierto no son tan de «marfil». Tendrán que tumbar sus propios muros, abrirse al mundo y a la sociedad, porque el conocimiento ya no es de unos pocos y todos tenemos derecho a él así como al disfrute de la cultura.
Usted ha hablado de la necesidad de reparar a las personas más allá de su ámbito económico. ¿A qué se refiere?
A reparaciones simbólicas que no son solo «monumentos», sino genuinas recreaciones de escenarios para la vida bella y buena, y para el disfrute cultural. Justamente en los procesos de memoria, especialmente ante situaciones traumáticas, se requiere identificar «topofobias» –lugares de miedos– para transformarlos en «topofilias» –espacios de recuerdos y ensoñaciones más gratas–,a fin de volver a habitar esos «ámbitos perdidos», de los cuales miles de ciudadanos han sido desterrados debido a la violencia. En ese horizonte, considero que al menos las inversiones en infraestructura cultural, deben concentrarse en las regiones «abandonadas».
¿Qué debe hacer el Estado, en términos de política educativa, para afincar el posconflicto? 
El llamado «posconflicto» cuesta. Es por ello que más vale que firmemos la paz muy pronto con las Farc, y en seguida con la guerrilla del Eln, cuyos combatientes no pueden ser más numerosos ni fatídicos, a menos que algunos jueguen al transfuguismo de querer dilatarlo todo. Estamos empeñados en ese sueño y no puede haber más cuentos. La inversión extranjera depende de ese nuevo relato que le hemos contado al mundo y a nosotros mismos, aún sin haberlo escrito. Ciertamente se le apuesta a la paz para conquistar un país más próspero, pero también más equitativo y democrático. En ese sentido, las inversiones en educación y cultura tendrán que multiplicarse geométricamente, en la medida en que se desmonten las «industrias de la violencia armada y del miedo» en Colombia.
¿Qué piensa de lo que está sucediendo con el Eln, previo a iniciarse un eventual proceso de negociación con el Gobierno?
Es normal que pretendan «hacerse los fuertes» antes de negociar, pero –como bien lo dijo el Presidente– «se equivocan de cabo a rabo si creen que lo van a lograr aterrorizando a los colombianos». Considero mil veces más pertinente el escenario de Quito que el de Caracas, así a ellos no les convenga tanto. Me parece que esa guerrilla debe reconocer la actitud de Juan Manuel Santos visitando con el jefe de las negociaciones de La Habana el Auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional, para ofrecerles la posibilidad de «dialogar con el gobierno» hasta lograr unos acuerdos de paz, desde esa tribuna. Más aún, la orden presidencial de buscar los restos del padre Camilo Torres, no solo es un gesto simbólico sino una clara voluntad de rehacer la historia a través de la vía negociada.
Ésta es la semana de «conmemoración de la muerte» de Camilo Torres. ¿Qué importancia tiene su imagen para la pacificación del país?
La historia y el legado del padre Camilo Torres no es propiedad privada de un grupo armado. Para mí es mucho más significativo el sociólogo con sotana que cree y escribe sobre justicia social, que el cura con un fusil que claramente no sabía manejar. Así como la imagen de ese sacerdote impacta al mundo entero, Colombia debe meditar profundamente sobre su legado. Para mí es como un personaje de Samuel Beckett, y creo que también lo es para Joe Broderick –su genial biógrafo–. El Eln debería imaginar que si el padre Camilo estuviera vivo, sería el primero en querer participar de unos diálogos de paz, porque como gran hombre que es no temería hacer suya la consigan de perseverar y decir «Aún, dicho de otro modo Aún, hasta en otro modo Aún».



¿Cómo podemos generar modos de sentir, pensar y actuar para llevar a nuestro país a una nueva cultura del posconflicto?¿De qué manera podemos contribuir, desde el aula, a una Colombia mejor?

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3 comentarios en “«Las universidades deben ser centros de memoria e imaginación»: Fabián Sanabria

  1. Apostarle a la paz, a la convivencia pacífica, a la tolerancia y a la aceptación del otro como válido interlocutor, hace parte también de la formación para la Paz. Que cada uno desde su ejercicio docente, sin abandonar su perspectiva, y sin tratar de suprimir sus creencias, aprenda a situarse en el conjunto de los otros. Como señaló Piaget durante el periodo de entre guerras, es en la escuela en donde se cultiva en la sociedad la tolerancia y la empatía, el reconocimiento del otro, se su sufrimiento y el entendimiento de su dolor.

    En un país como Colombia, donde hacen falta tantos relatos y «verdades» vale la pena que empecemos por escuchar las múltiples voces del conflicto que ahora habrán de construir la paz. Por primera vez en décadas, tenemos la oportunidad de resolver políticamente el conflicto más largo y cruento del continente americano en el último siglo. Una guerra que ha generado la segunda tasa de desplazados más alta del mundo, sólo superada por Siria, y un número de desaparecidos que duplica el de la dictadura de Pinochet.

    Es momento que la escuela reivindique su papel como hacedora de espacios de concertación, de entendimiento y de construcción de nuevas realidades posibles. Tarea de todos nosotros.

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  2. Como parte de una comunidad sea en mi barrio , colegio o cualquier otra instancia me parece importante apostarle a la paz y a la convivencia. El que gobierno y FARC firmen documentos donde se comprometen las partes a mantener acciones conjuntas para mantener relaciones armoniosas implica que todos los habitantes del territorio Colombiano deberiamos asumir en cada uno de nuestros actos demostraciones de PAZ, en el día a dia en el colegio, en el transmilenio, en cualquier espacio que se comparta con otros, ser solidarios con los animales, capaces de ponernos en los zapatos de los demás y ser concientes de las dificultades que las personas pueden tener, siempre ser parte de la solución y no del problema

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  3. El papel de las intituciones educativas a nivel global están marchando señidos a las concepciones posmodernistas y considero que este es un llamado a transformar las instituciones educativas colombianas hacia este mismo sentido.

    El tema de la resolución del conflicto armado en colombia con las FARC y el ELN está siendo sobrevalorado en cuánto al deseo de la consecución de la paz en nuestra nación. Una cultura de paz depende de los actos de todos lo miembros de la nación pero aún más en un estado social de derecho, una república democrática nuestras leyes deben demostrar justicia social, nuestros gobernantes deben mostrar integridad ya que son la cabeza de la nación.

    Considero que la conseguir la paz inicia por cada uno de nosotros, pero se verá si y solo si se produce un cambio trascndental en las leyes colombianas y la forma de ejecutarla de los gobernantes y todos los habitantes de la nación.

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